viernes, 22 de junio de 2007

Misógino Vicioso (a ver si les gusta)

Una mujer.
Todas las mujeres.
Todas, tan idénticas, tan distintas.
Cuando están desnudas, dormidas, respiran, suspiran, gimen, abren y cierran los ojos… sus ojos: esos también son iguales.
Sus pechos. Ninguno es igual al del otro lado, el tamaño del derecho, la posición del izquierdo, la delicadeza y el color de los pezones. Pero todos se parecen. Porque todas son una sola y esa, la única, la inalcanzable, no existe.

Amigo, cuidado entregue su vida a una mujer pues estas son seres malévolos, lobos disfrazados en la piel de una tersa y sensual oveja. A primera mirada, muestran indiferencia, quemeimportismo, eso, eso confunde… eso tienta.

Su primera palabra- lo que le dicen- depende mucho de la mortal táctica que empleen para atrapar a su presa. A veces hablan con seguridad y uno teme, hay que mostrarse seguro (o por lo menos eso intentamos) pero, mientras mal alto se sube…
Otras veces hablan suave, delicadas, inseguras pero, esto es mucho peor. Bajamos nuestras armas, nos descuidamos y nos dejamos llevar por un canto de sirenas que aturde, que mata sin que nos demos cuenta.
Una o dos bromas, un par de horas de conversación efímera y sin importancia en donde cuentan su pasado (como advirtiendo de cómo moriremos), dos tragos (ellas siempre toman menos), y los suficientes cigarrillos como para que nos sintamos a gusto para que nos entreguemos y no reclamemos.

¡Todas son iguales! Su extraña forma: protuberantes curvas, olores y humedades.
Toman, encierran, absorben. La carne es débil por la carne, somos débiles por satisfacer el alma… mientras más alto se sube, más dura es la caída.
Esa misma noche. En la que te sientes en la cima, cuando se piensa haber alcanzado todo aquello que se esperaba y, por supuesto, de la misma manera que te encontró, te abandona. No sin antes mutilarte, desgarrarte, acribillarte, abrir tu caja toráxica y cuidadosamente sacar tu viscoso corazón, sin desconectar nada, sin que sientas nada, sin “dañar” nada. Ahora, ¡CALMA! Acerca poco a poco y lentamente su rojiza boca. Desprende saliva espesa conforme separa esos carnosos labios, afloja su mandíbula, con lágrimas en los ojos te muestran sus blancos dientes. No, no te permiten llorar también.

Ahora estas listo…

Gritos, gemidos, insultos. Esa macabra danza acompañada de plegarias por lo que nunca fuiste por ella. Tu esperada sentencia.

A medida que cierran sus caníbales mandíbulas la sangre salta como lava de volcán. Manchando todo lo que alguna vez creaste en el nombre del amor.
¡Es justo! El único dolor que usted sintió fue el de los ablandantes dientes y uñas asfixiando su órgano cardiaco, separándolo en varios pedazos de carne putrefacta e inservible- Digno aperitivo de las sobras de l día siguiente- ¡Es justo! Por que usted no fue quien ella esperaba que fueras por tu linda cara, elocuente uso del lenguaje y distinguida posición social.

No hay comentarios.: